1 de julio de 2009

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio
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Kafka
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Me interesan en lo más mínimo las sirenas. Como me dijo una vez ele " a esas no se las puede penetrar, no tienen orificios, son la histeria pura" y me quedé tan contenta. Porque el ojo húmedo, dicen, y el misterio del mundo, si es que hay. Queda fuera de discusión la posibilidad de quitarle a él su fantasía. No soy quién. Basta decir que la advertencia sería una forma de mi despecho. También, su contrario lo es. No me ve.
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"Todo regreso es catástrofico. Es una regresión" Si fuera, está claro. Es imposible cualquier desplazamiento para el inmóvil. Ella es una excusa de su estupidez. Un márgen decorativo, histérico.
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A veces me privo de la musiquita. Las heridas, sí. Después siento que no merece tanto "El amor es inmerecido". Mi silencio que no esconde nada, que es purísimo, tampoco lo merece. Los contrarios se anulan y agua sobre agua.
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Puntual, representa al falso viajero. Finge escucharme cuando estoy diciéndole nada. Se perdieron los caballos que entre iban y nosotros venían. Se escuda y escapa. Yo también habría desaparecido el día de la gran farsa

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