19 de mayo de 2010

Una vez me dijeron que existía un punto de flexión, un extremo terrible, de quiebre, donde las pasiones en cenit insoportable y el tiempo -o el destiempo, la desesperación- se volcaban en acciones, copulaban. Del verso al acto. De tus palabras a mi costado florido de manos, de sexos.
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Pero nosotros bien supimos caernos antes de llegar a esa bella muerte. Era como si jugáramos al viejo juego de la silla, como si nos hiciéramos bromas torpes y cuando el otro se quería sentar, cuando el otro quería acurrucarse, entonces le quitábamos la silla y caía al suelo. Siempre así, turnándonos, una vez cada uno: huídas mías para ausencias tuyas; escenitas histéricas de ella para la muerte de él, en él.
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Nunca culminábamos en nada, prolongábamos los espacios hasta que alguno de los dos decía: basta! y entrábamos en un nuevo ciclo de sillas, de escenas vacías. En ese llanto mío. Yo. Magdalena. No por lo puta, claro.

2 comentarios:

  1. ehhh !! reencontrarlo después de tanto. suerte que tengo guardados tus blogs antes de sus múltiples explosiones (aunque ahora me haya explotado la compu: volverá, y será vaivén)

    tan delicadita, ella. "no por lo puta, claro"

    i love it

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  2. ¿explotó y estás?
    !espíritu santo!

    mis explosiones fueron
    mucho ruido y pocas nueces
    entre otras cosas)

    vendrá el libro
    para exorcizar

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