Hijo, también quiero guardar en mi memoria las palabras que no volverán, porque tu mismo desarrollo hará lo suyo. Esas palabras que hoy son parte de tu lengua personal, tan frescas, tan únicas. Cada vez que decís "púlpulo", por ejemplo, mantengo la sonrisa interior con la que te escucho y con la mejor pronunciación que puedo lograr, enfatizo: "pulpo, Santi, pulpo". Y por dentro, en ese mar revolucionario que es ser mamá, sosteniendo la respiración a veces, bailando en las olas otras, también ahogándome, siento una terrible mezcla de pena y culpa de matar, así como si nada, a un animal tan exótico como el tuyo, un ser que sin duda tiene más extremidades que el famoso pulpo.
17 de junio de 2021
10 de junio de 2021
Para quien prende y apaga las luces de nuestra casa subiéndose a lo imposible
En su alegría de acertar, reconozco su recién estrenada conciencia de las variaciones de la luz, la confianza en que todo lo que existe en la oscuridad es real aunque no se pueda ver: la luna que a veces es redonda, la lechuza que llama al silencio y lo rompe, el aprendizaje de las excepciones que se multiplican como la oscuridad.
Con su pequeño himno, acelera los movimientos de mi nostalgia. Me dividido en dos tiempos simultáneos, gozo y sufro, soy la que añora el presente y sus dones: la inocencia que rozo con la punta de los dedos, el despliegue infinito de ternura, las estelas de una lengua que se extingue (¡adiós, amado "púlpulo"!), la sensibilidad musical que luego de oír un poema sabe pedir: ¿me lo cantas otra vez?
Su sorpresa ante la repetición me recuerda que siempre esperé lo extraordinario. Y mientras tanto...