Hijo, también quiero guardar en mi memoria las palabras que no volverán, porque tu mismo desarrollo hará lo suyo. Esas palabras que hoy son parte de tu lengua personal, tan frescas, tan únicas. Cada vez que decís "púlpulo", por ejemplo, mantengo la sonrisa interior con la que te escucho y con la mejor pronunciación que puedo lograr, enfatizo: "pulpo, Santi, pulpo". Y por dentro, en ese mar revolucionario que es ser mamá, sosteniendo la respiración a veces, bailando en las olas otras, también ahogándome, siento una terrible mezcla de pena y culpa de matar, así como si nada, a un animal tan exótico como el tuyo, un ser que sin duda tiene más extremidades que el famoso pulpo.
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