11 de julio de 2021

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Ahora que vivo lejos del lugar donde nací, tengo la necesidad de actualizar con cierta frecuencia lo que significa para mí la patria. Algunas veces me impulsa la violencia de una caída, la disolución de un vínculo que creía fundamental, la fuerza del extrañamiento, casi nunca algo que ocurre dulcemente, pero ese casi, ese casi y su potencia, el amor que me trajo hasta acá, el nacimiento de mi hijo, lo que guardo en la oscuridad primera donde se prepara la vida...  

¿De qué manera me atraviesa o me constituye la patria? ¿A dónde está? ¿Va conmigo cuando me alejo? ¿Es posible reinventarla? ¿Cuáles son los puntos que indefectiblemente no juegan al solitario, porque la patria jamás conjuga con el uno, si el uno no somos todos?

 Después de algunos años, siento que mi sur es más un olor que cualquier otro sentido, una atmósfera particular que se crea cuando se juntan dos o más, una distensión gozosa, como sacarse los zapatos cuando se vuelve a casa, el sentido del humor que compartimos con otros, la forma en que bailo con cualquiera, es decir, el modo en que soy capaz de abrirme o cerrarme con lo demás, ese ritmo, ese movimiento recíproco.

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