Me figuro a un cierto pintor loco y pelirrojo, con un ensangrentado vendaje en la cabeza que acaba de cortarse su oreja y se la ha dado a una prostituta envuelta en un papel....si este loco quisiera entrar en uno de nuestros museos para ver una vez mas sus cuadros, posiblemente aún para corregirlos; el cuidador del museo no lo dejaría trasponer el umbral (...)
Heinrich Boll
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