Pajarito, vos sabés por qué, siempre. Y agrego esto de Olivier Abel que picoteé anoche: "Si tuviera que retener una sola palabra de ese Ricoeur amistoso, recordaría lo que me dijo en un momento un poco triste para mí: "Y bien, viva." "
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En mi muda petición de socorro, luchaba contra una difusa alegría primera que no quería reconocer en mí porque, incluso difusa, era ya horrible: era una alegría sin redención, no sé explicarte, pero era una alegría sin esperanza.
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Comprendía que "pedir" era todavía los últimos restos de un mundo nombrable que cada vez se volvía más remoto. Y si yo continuaba queriendo pedir era para aferrarme a los últimos restos de mi civilización antigua, aferrarme para no ser arrastrada por lo que ahora me reivindicaba. Y a lo que - en un gozo sin esperanza- me abandonaba ya, ah, quería ya abandonarme, haber experimentado era ya el comienzo de un infierno de querer, querer, querer.... Mi voluntad de querer, ¿era más fuerte que mi voluntad de salvación?
Cada vez más, no tenía yo nada que pedir. Y veía, con fascinación y espanto, los trozos de mis ropas podridas de momia caer secas al suelo, y asistía a mi transformación de crisálida en larva húmeda, las alas, poco a poco, se encogían chamuscadas. Y un vientre todo nuevo y hecho para la tierra, un vientre nuevo renacía.
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Pues la actualidad carece de esperanza, y la actualidad no tiene futuro (...)
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(...) yo quiero la actualidad sin emparejarla con un futuro que la redima, ni con una esperanza; hasta ahora, lo que la esperanza quería en mí era solamente escamotear la actualidad.
Pero quiero mucho más que esto: quiero encontrar la redención en el hoy, en el ahora, en la realidad que está siendo, y no en la promesa, quiero encontrar la alegría en este instante (...)
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Y quiero saber si la esperanza era un compromiso con lo imposible. O bien era una puesta al día de lo que es posible ya, y que no conozco ni tengo por causa del miedo. Quiero el tiempo presente que no tiene promesas, que es, que está siendo. Éste es el núcleo de lo que quiero y temo. Éste es el núcleo que jamás quise.
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Y también mi miedo era ahora diferente: no el miedo de quien aún va a entrar, sino el miedo mucho mayor de quien ya entró.
Mucho mayor: era miedo de mi carencia de miedo.
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Te diré: es que temía una cierta alegría ciega y ya feroz que comenzaba a apoderarse de mí. Y a perderme.
La alegría de perderse es una alegría de sabbat. Perderse es un peligroso hallarse. Yo experimentaba en aquel desierto el fuego de las cosas: y era un fuego neutro. Vivía de la textura de que las cosas están hechas. Y era un infierno, aquél, porque en aquel mundo donde yo vivía no existe piedad ni esperanza.
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La esperanza era un aplazamiento para mí.
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Mas ahora veo lo que me acontecía en verdad: tenía tan poca fe, que había inventado solamente el futuro; creía tan poco en lo que existe, que remitía la actualidad a un promesa y a un futuro.
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Sé que si abandono lo que fue una vida toda organizada por la esperanza, sé que abandonar todo eso -en favor de ese algo más amplio que es estar vivo-, abandonar todo eso duele como separarse de un hijo aún no nacido. La esperanza es un hijo aún no nacido, sólo prometido, y eso hace daño
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Somos nosotros quienes no soportamos esta luz siempre actual, y entonces la prometemos para después, tan sólo para no sentirla hoy mismo y ya.
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Pues prescindir de la esperanza significa que tengo que pasar a vivir, y no sólo a prometerme la vida. Y éste es el mayor miedo que puedo sentir. Antes esperaba. Mas el Dios es hoy: su reino ya ha comenzado.
Y su reino, amor mío, también es de este mundo.
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Y he aquí que yo aprendía que la promesa divina de vida ya se está cumpliendo, y que siempre se cumplió. Anteriormente, sólo de vez en cuando, me era recordado, en una visión instantánea y luego borrada, que la promesa no es sólo para el futuro, es ayer y permanentemente hoy: pero me resultaba chocante. Prefería continuar pidiendo, sin tener valor para tener ya.
Y tengo. Siempre tendré. Basta necesitar para tener. Necesitar nunca termina, pues necesitar es la inherencia de mi neutro. Lo que yo haga de la petición y de la carencia, eso será la vida que habré hecho de mi vida. ¡No situarse ante la esperanza no es la destrucción de lo solicitado! Y no es abstenerse de la carencia. Ah, es aumentarla, es aumentar infinitamente la petición que nace de la carencia.
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Cuando se comprende a fondo el vivir, uno se pregunta: pero ¿ era sólo esto? Y la respuesta es: no es sólo esto, es exactamente esto.
(Los fragmentos son de La pasión según G.H de Clarice Lispector)
la primera vez que lo vi no se podía dejar comentarios, y no había leído la pasión segun gh, ahora: doblemente gracias. y la esperanza... yo creo que hay un momento en que pedís a gritos que te arranquen el corazón, que te lo saquen, y se ve que alguna cosa escucha y eso -imperceptiblemente- pasa. y después hay otro momento, en que pedís a gritos que te arranquen el cerebro: "exactamente eso" y ahí ya no sé. "estoy en su médula"
ResponderEliminarEntonces, ahora todo está dado!
ResponderEliminarNo sé si te conté ya, pero la primera vez que leí La pasión, ni fu, ni fa. Es más, te diría que no me gustó... La última, no te podría explicar y quedar satisfecha. Digamos que me fulminó, atravesó, enloqueció. La devoré de un solo bocado, absurdamente la subrayé toda y le dediqué unas palabritas al final. Un clic entrañal. La leí llorando, diciendo "esta mujer no puede escribir así, hija de re mil puta, mirá lo que me hace!" Es terrible el placer que puede darte, y que a mí no me vengan con que nada es eterno.
Una muestra más de que cambiamos bajo los soles, y que el organito de la percepción se transforma viviendo.
Respecto a la esperanza, de acuerdísimo con vos, sindudamente. Pedir nacer y morir al mismo tiempo y ahora. Aunque, barajo otras hipótesis sobre la todo-posibilidad desde que descubrí mi fuego interior
"Pedir nacer y morir al mismo tiempo", maravilla! abrazo inmenso
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